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VICENTE DE LERINS

GUADALCÁZAR, por Vicente de Lerins (Para MJT, por adivinarlo; sí, sí para María José, de Miajadas (CC), que lo adivinó sin tostarse la cabeza...no como otros...

GUADALCÁZAR,  por Vicente de Lerins  (Para  MJT, por adivinarlo; sí, sí para María José, de Miajadas (CC), que lo adivinó sin tostarse la cabeza...no como otros... «Guadalcázar es una ciudad amurallada (Alcázar) situada sobre un promontorio que domina la vega del río Guada. Vista desde la márgen opuesta del río, la ciudad se presenta como un imponente barco anclado en tierra firme. Nada ni nadie en toda la vega a sus pies puede sustraerse a su mirada de ave rapaz desde su estratégica atalaya. En su quietud mineral no descansa e intenta penetrar con su quilla el seco lecho del anterior cauce del río.
La Catedral ocupa la proa y el castillo de este buque varado. A su lado y a babor el Seminario, apoyado sobre la muralla romana que circunda y protege toda la ciudad a modo de faja. Hacia la toldilla se ensancha la nave y situándose intramuros las casas y viviendas, más nobles en el centro, extramuros los esquivos arrabales hacia los costados como polizones en fuga. La monotonía interior la rompe el palacio del Marqués de Guadalcázar con su torreón de aparejo almohadillado de tres pisos sobresaliente en altura de todo el recinto amurallado.Cuenta también con Cárcel y alhóndiga, Convento de Clausura y varias iglesias menores, todo monumental y ficticio, abandonado.
Mirando por una ventana del Seminario se puede ver en visión picada el barranco salpicado de chumberas con sus farolillos rojos en octubre al comienzo de las clases, un primer plano del anterior y olvidado cauce seco del río ocupado ahora por huertas de regadío brotadas de verdes puntitos alineados formando ristras, árboles frutales en linderos; más a la derecha el solitario y despistado puente romano de cinco arcos con inservibles y agudos tajamares. Un puente abandonado caprichosamente por un río rebelde y juguetón como un adolescente. Hoy el puente en dique seco se antoja una extravagancia, un objeto inútil y olvidado en un escenario sin ninguna vinculación ya con la obra representada. A mitad de altura se intuye el río, ancho y caudaloso en la vega, flanqueado de álamos y enormes lilos que ocultan las vistas y el sol de sus sombríos paseos laterales. En invierno y primavera con los deshielos de las cumbres el río inundaba las zonas mas próximas de huerta, y en verano coincidiendo con el final del curso escolar, se agostaba y en su menguar dejaba al descubierto isletas donde crecían pimientillos y eneas, donde cantaban las ranas al atardecer. Una neblina persistente y vertical emergía cada mañana sobre el río indiferente a los cambios de estación.
Aguas arriba y a la izquierda, otro puente mas joven, modernista cierra el sector visual por el sur, camino de la Capital. Este puente de hierro con vigas de celosía y grandes arcos parabólicos superiores que lo ensalzan y aligeran, desafió las leyes físicas del momento y es un exponente de la arquitectura del hierro y del avance tecnológico del hombre a principios del siglo pasado.
A lo lejos abundantes cultivos multicolores, amarillos, tierras y sienas, de forma rectangular y linderos cosidos, que se engarzan con los verdes frondosos formando un puzzle armónico de color. En lontananza, suaves lomas azuladas, desvaídas por la distancia, desnudas o conm pequeños sarpullidos de encinas, botones en sinople sobre campo ocre y horizontal que cierra la vega.
Entretanto la ciudad sestea recogida intramuros, compacta, de calles estrechas y quebradas, empedradas en plazuelas singulares, navegando sobre este barco varado que la sostiene y viendo pasar el tiempo, ajena a los movimientos exteriores donde sólo el río discurre en un fluir callado, de susurro, como el rumor de un bolero antiguo.» Vicente de Lerins, agosto de 2005.

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