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VICENTE DE LERINS

EL OSIN, por Vicente de Lerins

EL OSIN, por Vicente de Lerins A MI ABUELO BONIFACIO IN MEMORIAN


«Corría el mes de Abril del año 1895, una fuerte y tardía nevada había sorprendido a los habitantes de PALACIOS , una pequeña aldea situada a las faltas del Pico Becerril y cobijada de los vientos del norte por el Picueto.

Este día, FELIPE VILLANUEVA, observó como por la ladera contraria al pueblo se abría paso un ejemplar de Oso Pardo. Raudo y nervioso subió al desván y cogió sus armas. Su fin era claro, correr monte arriba y sorprender al Oso. Como sabía que este era animal peligroso, tomó la precaución de llevar dos escopetas para evitar un comprometido fallo.

Corrió, atajó por las fincas, y esperó. No tardó el ursino en aparecer, y Felipe Villanueva disparó su vieja escopeta de chimenea. Un único y certero disparo acabó con la vida de la codiciada pieza, que resultó ser una Osa y, a su lado, se encontró con un asustado cachorro que gimoteaba melancólicamente. La primera reacción de Felipe fue la de atrapar al “osín” y se abalanzó sobre él, pero éste se revolvió y le mordió en el cuello, necesitando Felipe de la ayuda de un convecino para zafarse de tan fiero enano.

El caso es que al atardecer, el Sr. Felipe apareció en el pueblo con la piel de la Osa y el osito corriendo tras de ella. Comenzó entonces una especial relación entre el animal y el hombre; siguiendo el oso a Felipe a todas partes, “igual que un perrín”, correspondiéndole éste con juegos y mimos. Pero el “osín” también dedicaba parte de su tiempo a preparar trastadas por la casa familiar, por lo que la “ama de la casa” comenzó pronto con sus riñas hacia Felipe. Finalmente el inquieto cachorro consiguió destrozar la “lacena” de los platos, hazaña que colmó la paciencia de la abuela y ante sus presiones, el Sr. Villanueva no tubo más remedio que cargar con el “osín” y bajarlo a Ponferrada para intentar vendérselo a un circo que en esas fechas actuaba en este gran pueblo.

No fue fácil la despedida. El pequeño oso, fuera de su ambiente, se mostraba nervioso, parecía que intuía el fatal desenlace. Como amparo se aferraba a la piernas de Felipe y lloraba lastimeramente; el mismo llanto que Felipe había escuchado el día que abatió a su madre, con la salvedad de que esta vez Felipe ejercía como tal.

Desterrado el oso, volvió una normalidad aparente a la casa de los Villanueva. Pero en las frías tardes de invierno, en las que la nieve invadía los montes de Palacios, Felipe, sentado en el corredor de su casa, recordaba y suspiraba por su “osín”.

Pocos años más tarde, allá por los veinte, el Oso Pardo se extingue definitivamente de los Montes Aquilanos; con el plantígrado se fueron también los Linces, Ciervos y Urogallos. Después las gentes comenzaron a deshabitar aquellos núcleos rurales que presentaban unas condiciones de vida extremas, pueblos como Ferradillo, San Adrián o el mismo Palacios, dejando el paso libre a los incendios forestales, y a una nefasta gestión cinegética y forestal, que han conseguido degradar esta abrupta sierra a extremos insospechado».
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Nota:....Felipe Villanueva era el padre de mi abuelo Bonifacio Villanueva Alvarez.

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