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VICENTE DE LERINS

UNA CARTA PARA TI, por Katy S.P

UNA CARTA PARA TI, por Katy S.P

«Hoy quiero escribirte una bonita carta con lo que siente mi corazón. Sé que la relación entre los dos es difícil, complicada, con muchos matices por aclarar. Nunca te pedí un compromiso de convivencia entre los dos, simplemente vivir el momento, cosa que me parece tú aceptaste, pero llega un momento en que los sentimientos se mezclan, se enturbian: no sabes si vives un sueño o si la realidad te pone en ese duro camino, el tener que decidir, resolver sin vacilar, que siempre es perder algo, renunciar a algo de ti mismo. Pones todo lo que has aprendido de la vida, pero no sabes porque motivo, se viene abajo, en el que piensas qué error he cometido para volver al punto de partida, volver a repetir una y otra vez la misma cantinela, el mismo rito de iniciación, ese punto en el que todo es confuso: si escuchas a tu corazón él te dice una cosa, pero si atiendes a tu mente, a tu razón, te aconseja algo muy diferente, algo para lo que aun no estés instruido, como seres humanos deben tener en cuenta nuestros propios errores y aprender de ellos, para corregirlos cuando nuevamente aparezcan.

Son difíciles de aceptar, yo siempre pensé que en el amor no puede haber fronteras, limitaciones, que dos personas que se quieren logran vencer todas las trabas que surgen en su camino. Pero no todo el mundo piensa de la misma manera, para algunos solo cuenta el aprovecharse, explotar y beneficiarse de esa persona que le demuestra un amor puro. No cuenta para nada sus sentimientos, sólo lo que puede obtener de esa persona. Creo que es la peor manera de demostrar el amor, cuando debería ser generoso, en realidad se muda en un afecto, un simple apego, un banal aprecio hacia esa persona. Pero esa es la única persona que te enseñara lo que vale el amor: Nunca te pedirá nada a cambio, solo te dará, jamás pondrá lo suyo primero. Para ella solo contara tu bienestar, su sacrificio siempre tendrá un motivo: Tu felicidad.

Felicidad que a veces es difícil de comprender, entonces surgen los silencios, las dudas, el saber si elegiste bien el camino, el corazón no sabe decidir, entonces la mente empieza a trabajar.

Y te coloca frente al dilema que tanto miedo te da afrontar: las desilusiones, el perder, no tener cariño, ser engañado, el camino mas duro le queda al que se da por vencido, el que no lucha por lo que su corazón siente, el que pone en palabras de otros sus propias decisiones: Eso es de cobardes; la vida se tiene que vivir con nuestras propias decisiones, si nos equivocamos tenemos que ser lo suficientemente adultos para aceptarlo, sólo los niños tienen el privilegio de no saber lo que significa un error.

Bien es cierto que a veces el amor pone una cortina delante de ti y no te deja ver a través de ella, y entonces todo lo ves de un color especial, del color del amor.

Me gustaría que alguien supiera explicar como es ese color, pero quien se atreve. Yo lo intentare, no sé si lograras entenderlo, pero desde lo mas profundo de mí, te voy a exponer cómo veo yo ese color:

Empezaremos por la más amplia gama de tonos azules, esos que te van dando calma, paz, respirar profundamente y sentir que tocas el cielo. Seguiremos con los rosas, que te dan ternura, sensibilidad y ese punto en el que todo lo que te rodea esta lleno de amor, sonrisas de un niño, el vuelo de una mariposa, el nacimiento del sol... Los rojos que encienden tu corazón, con las llamas de un volcán imposible de apagar. Sin olvidar los amarillos, que te llenan de vitalidad, de alegría. Los demás colores del espectro van adquiriendo las tonalidades que tu ánimo les da en ese momento. Pueden llegar incluso a ser brillantes como pocas veces lo podrás admirar, todo eso debido, a una sola palabra mágica AMOR:

¿QUIEN NO HA BEBIDO LAS DULCES GOTAS DEL AMOR

SUS CARICIAS, SU SABOR...?

¿QUIÉN NO HA LUCHADO POR UNA ILUSIÓN?

¿QUIÉN NO HA VIVIDO ILUSIONADO?

¿QUIÉN NO HA ESTADO ENAMORADO?

¿MAS QUIÉN SABE LO QUE ES SER AMADO?

Este es el gran dilema con el que nos enfrentamos cada día de nuestra vida. Una vida que adquiere los colores que tu decidas, pueden ser brillantes o bien oscuros y tristes. Tu eliges, por eso vive la vida con los mejores colores, los oscuros ya te llegaran sin que lo sospeches, sin quererlos realmente. Da todos los besos que tu corazón necesite, no dejes nunca de decir: “TE QUIERO”. Eso hace más grande tu corazón.»

Katy

FELIZ AÑO

FELIZ AÑO

FELICES FIESTAS

FELICES   FIESTAS

¿Qué es la NAVIDAD?

Es la ternura del pasado, el valor del presente y la esperanza del futuro.

Es el deseo más sincero de que cada taza se rebose con bendiciones ricas y eternas, y de

que cada camino nos lleve a la PAZ.

DUDAS, Por Silvia I. Martínez Lobo

DUDAS, Por Silvia I. Martínez Lobo

DUDAS

Hoy miré el ayer y vi que todo era imposible,

que el pasado cerró sus puertas en torno nuestro,

que la soledad acecha nuestras almas

y un gemido, escapó de mi pecho,

no podía aceptarlo, no podía creer

que todo había terminado

a pesar de que era cierto.

¿Fue acaso una vaga ilusión o, tal vez,

un mal sueño

aquella semilla que sembramos en suelo yerto?

No lo sé, con certeza,

pero ahora, a través del tiempo

me pregunto…

si estás muerto en mi alma

o yo estoy muerta en tu recuerdo.

Me pregunto si es que será cierto,

que cuando el cariño muere

es como si dentro del pecho,

allá en lo más hondo,

allá en lo más nuestro,

nos arrancaran la vida,

nos arrancaran el aliento,

aquello, lo más puro, lo más grande y lo más bello.

Aquello, que puede en un instante,

convertir el cielo en infierno

y el infierno en cielo

y transportarnos a la gloria,

aunque no hayamos muerto.

Me pregunto si será cierto,

que cuando todo desaparece

y nos sentimos en el desierto

en el esplendor de nuestra vida,

sin rumbo ni camino cierto,

dentro de un túnel sin fin

al que hay que recorrerlo

será porque acaso…

fracasamos en el intento

o porque la desesperanza ha tomado

nuestros cuerpos.

Me pregunto si será cierto

que estás sintiendo como yo,

en estos momentos

o, tal vez, en la inconsciencia

de lo que fuimos y ya no somos

y ya no seremos.

Pero no. ¿Para qué tantas preguntas?,

¿para qué tanto sufrimiento?,

¿para qué tanta desdicha?

si mereció la pena habernos conocido,

haber despertado y habernos sentido,

porque la vida sin amor, no es vida y

es sólo desaliento.

Silvia I. Martínez Lobo

CUANDO EL RIO YA ES MAR, por J.Barril

CUANDO EL RIO YA ES MAR, por J.Barril

«Cruz del Sur, la hija pequeña de la gran familia de banqueros septentrionales, ya saben, los del Sur de toda la vida, cruzó el río Senegal desde Mauritania a bordo de un destartalado todoterreno en el que se apiñaban unos cuantos mercaderes y ella, la señorita del Sur, con su mochila Coronel Tapiocca y sus botas Panama Jack. Cruz del Sur llegó al Hotel de la Poste de Saint Louis, allí donde la leyenda del aviador Mermoz descubriendo las rutas aeropostales con América Latina se encuentra todavía hoy en sus paredes. La señorita del Sur era en realidad una señora, una mujer de 48 años inmejorables que huía de sí misma sin querer darse cuenta de que en el pliegue de sus mochilas de diseño se encontraba el gran temor de su vida. Incapaz de abandonar nada, pero al mismo tiempo con una enorme curiosidad por todo, su vida había empezado siendo un hilo de seda y ahora era una cuerda llena de nudos que la ataban más y más a sus orígenes, a sus esposos y a sus amantes.Decidió tomar la rosa de los vientos y agarrarse al punto cardinal con más espinas. Desde la ventana del Hotel de la Poste veía el puente de hierro que Eiffel, el ingeniero que no dormía de tantas obras que se le atribuyen, proyectó sobre el largo cauce del Senegal ante la sorpresa de las piraguas multicolores que cada día convierten a Saint Louis y su delta en una de las pocas despensas de África. Cruz del Sur estaba harta de desiertos de arena y decidió ir a sentir la soledad de la supervivencia. Alquiló una lancha y a un piloto que la llevara mar adentro, ahí donde sólo hay peces en el vértice de dos azules.

El propietario del exclusivo club donde se encontraban las dos únicas lanchas de pesca de Saint Louis era un blanco lechoso que decía haber nacido en un lugar incierto llamado Luxemburgo. Recibió a Cruz del Sur con ese embeleso con el que los pocos blancos de Senegal atienden a las pieles pálidas. Le habló de los peligros de la mar y de lo honrado que estaría si, al regresar de su día de pesca, se dignaba a cenar en su mesa. El luxemburgués no sabía que estaba ante una de las herederas de una gran fortuna europea. Le bastaba comprobar que era blanca. Cruz del Sur se desprendió con desidia y un cierto asco del luxemburgués, subió a la lancha y se presentó ante el hombre que había de llevarla a buscar la línea del horizonte con el pretexto de pescar. "Mi nombre es Matar". Un escalofrío recorrió el cuerpo de la señora del Sur cuando le daba la mano. "No es lo que usted cree", le dijo en una mezcla de francés y de la lengua wolof, "Matar quiere decir el elegido No tiene nada que ver con la muerte".

Matar puso al límite el motor Yamaha 200 de su pequeña barca. Volaban sobre el río y los pescadores, desde sus frágiles piraguas, saludaban con la mano a aquel de los suyos que navegaba más rápido que ellos con una dama blanca al encuentro de los dos azules. El continente se había quedado atrás y el oleaje era cada vez más intenso. Entre el valle de una ola y la cresta de la siguiente les esperaban tres metros de caída y de remonte. Una y otra vez y la espuma que caía sobre la lancha la iba llenando de una evidente inquietud. Empezaba a marearse, pero Matar continuaba navegando hacía el fondo de un mar infinito.

Incapaz de abandonar su propia melancolía de pronto Cruz del Sur tuvo miedo y náusea. Se agarró a la borda y sobre el mar azul brotó de su boca avergonzada el café au lait y los cruasanes de la mañana. Avergonzada miró a Matar como diciéndole: sólo soy una pobre mujer mareada y despistada. He subido a tu lancha como una loba de mar y sólo era una oveja de secano. Sácame de aquí, por favor. En el fondo del océano se pudrían centenares de miles de esclavos que naufragaron atados a las bodegas de los buques negreros. Tal vez ahora había llegado el momento de hacer las paces. Matar la miró entre dos olas. Le alargó un pañuelo y viró en redondo.

Y el piloto se convirtió a ojos de Cruz del Sur en almirante. Se acercó a él y a sus brazos robustos mientras destejía el camino de regreso. Se sintió protegida y respetada, incluso admirada cuando los pescadores de las piraguas tradicionales volvieron a vitorear al único de ellos que se había hecho con una barca de blancos. Al llegar a puerto llamó a su padre y compró al luxemburgués el hotel, las lanchas y el exclusivo club de blancos. Nombró director general a Matar y decidió abandonarlo todo menos a él. Desde entonces el mar de Saint Louis es llano como una pradera y Cruz del Sur, cuando tiene dudas, recuerda que Matar no es otra cosa que el elegido y que no tiene nada que ver con la muerte sino más bien con la vida.»

LOS CUENTOS DE MI ABUELO (BUNI DE LERINS)

LOS CUENTOS DE MI ABUELO (BUNI DE LERINS)

EL CRIADO ARA EL MISMO SURCO QUE EL AMO

«Era un amo que siempre tenía criao, siempre buscaba criao, y una vez le dijo la señora:
— Tú búscalo, pero que no se llame Pedro; que se llame Juan o como se llame, pero que no se llame Pedro.
La cosa, que ya fue a buscar un criao, y le engañó: el padre del chaval le dijo:
— No, éste se llama Juan, no Pedro.
Porque él fue y le dijo:
— Yo quiero uno que no se llame Pedro.
Y dijo:
— No no ; éste no se llama Pedro.
Y bueno, fue y lo llevó.
Y después fueron a arar, y el patrón pues...iban uno detrás del otro con una pareja cada uno; y volvían pacá...Y todos los vecinos que estaban por el bago (tajo) se pararon a comer,y aquel señor dijo:
— Bueno pues mira, nosotros vamos a pararnos como que comemos y no comemos.
Bueno: se sentaron y no comían: no habían llevao comida, no comían. Y luego, después cuando ya empezaron otra vez a arar, el criao iba por donde el suco que llevaba el patrón. Así, que sólo hacían un suco: el que araba el patrón; el chico no araba nada. Y dijo él:
— ¡, Oye, pero tu vas arando por donde yo aro! ¡Ara otro suco!
Dijo él:
— No, no ¿usted no dijo que nos sentábamos a hacer que comíamos y no comíamos?; pues yo estoy arando, me hago que aro y no aro.»

CITAS DE ESCRITORES

CITAS  DE ESCRITORES

«El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: "Es envidiable"». Jorge Luis Borges


« La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come»
. Francisco de Quevedo y Villegas


« Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis».
William George Ward


« El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.»
Arthur Schopenhauer

CONVOCATORIA PREMIO LITERARIO

CONVOCATORIA PREMIO LITERARIO

V CERTAMEN RELATO CORTO "ENCARNA LEON"


Para obras en castellano de 8 a 15 folios, de tema libre, hasta el 31 de diciembre. Premios de 2700 y 1500 €
Consejería de Educación, juventud y mujer
Querol, nº 7- 52002 Melilla  (Tel.: 952 699 214)

MEDIR EL TIEMPO, por Vicente de Lerins (Para Míguel y Consuelo, con afecto y cariño)

MEDIR EL TIEMPO,   por Vicente de Lerins (Para Míguel y Consuelo,  con afecto y cariño)

“Cómo quieres que mida el tiempo, me respondes aturdida a mi pregunta de cómo medir un segundo con la precisión de un cirujano”

Y me río y te describo cómo se mide un segundo, cómo el hombre es capaz de medir un segundo e incluso llegar a calcular unidades subordinadas aún más breves y perentorias, y poder acotar el cronometraje de ese tiempo irrisorio. Y no te lo crees, y meneas la cabeza negando mientras prendes otro cigarrillo y me miras recelosa detrás de la leve cortina de humo que nos separa. Y vas consumiendo segundos igual que consume la ardiente brasa, poco a poco y tenazmente el cigarrillo en tus labios descreídos. Y comienzo a contarte la historia del hombre que mediría un segundo o un tiempo más leve de habérselo propuesto...

«Miguel es un joven moderno y alegre, alto y delgado, treintañero, bien preparado, con carrera universitaria suficiente para afrontar cualquier trabajo que le ofrezcan, buen cumplidor de horarios y responsable en su puesto de trabajo con el terco empeño de un picapedrero. Tiene en su saldo deudor ser un poco motilón, tener esa calvicie incipiente de joven instruído que deja descubierta las sienes y el pelo superior raído, como lanoso. Cada mañana al salir de casa, donde vive hospedado en la pensión que regentan sus propios padres por ser el piso familiar, comienza a medir el tiempo: El tiempo que tarda en bajar el moroso ascensor de vivienda barata, del portal al Metro, el viaje en Metro, el transbordo, el autobús de Legazpi a Usera que lo dejará finalmente a pocos metros de su lugar de trabajo, como unos cien metros que Miguel tarda exactamente en cubrir doce minutos con treinta y seis segundos. El total del tiempo transcurrido desde la salida de la casa de sus padres fue de una hora cuarenta y seis minutos con veinte segundos...

Y es que para Miguel medir el tiempo no es una cuestión baladí, es vital en su puesto de trabajo al que llega corriendo, ficha en ese reloj especial que también mide su tiempo, teclea su código en el terminal del puesto que conmuta los tiempos de descanso, se coloca los cascos y a escuchar...bueno a sentir a la gente, a redactar, ...”Que persona/s desconocidas han sustraído...”, a oir penas y calamidades más que alivios y alegrías, “la cartera...”, a auscultar y deducir qué y quien hay más allá, “ del interior del bolso...” , al otro lado de la línea telefónica , “ que portaba colgado del hombro...”.

Mientras alguien, un compañero/a cercano/a pulsa el mute y grito/a “¿inglés?”, otro/a chillo/a “¿alemán?”, un profano ciertamente se perdería en esa maraña de lemas, no sabría exactamente qué estarían buscando en esa selva del lenguaje, si apellidos, alias o traductores/as. Y Miguel ve en la pantalla los tiempos de llamada y en espera de llamada, “¿Desde qué provincia me llama?...” y calcula de nuevo el tiempo, los segundos, las fracciones cortas de segundo certeras para despachar convenientemente “¿A qué lugar se la envío?...” y educadamente “ Tome nota de este número, por favor....” , despedirse del dicente “Gracias a Usted, señor/a por su llamada...” Detiene el conmutador para comer y éste le devuleve unos pitidos agudos y desiguales como enfadado por su fugaz ausencia, mientras el tiempo sigue, corre y vuela en su contra sin que pueda detenerlo ni apearse. En el momento que Miguel vuelve a la sala de máquinas después de haber comido, ya ha entrado otro turno, y Consuelo, una joven atractiva y elegante, "una mujer de raza blanca, de pelo rubio y melena..." con una belleza natural de perfil griego, saluda a Miguel con un gesto de la mano mientras habla quedamente: “¿Dígame, qué le ha pasado?...” y comienza a redactar "Que persona/s desconocida/s...", mientras sigue escuchando callada "...del citado vehículo de su propiedad...." absorta Consuelo ahora en su menguado y monacal silencio "sin que se percatase del hecho ....".

Cuando sale Miguel del trabajo, después de haber fichado en la máquina del tiempo, ya ha caído la noche en el Madrid periférico, extraño , de inmigración. Comienza a contar el tiempo...midiendolo nuevamente con la misma precisión de un metrónomo o de un cirujano, porque ahora no vuelve a casa de sus padres de retirada buscando el descanso, no, ahora comerá un bocadillo en un bar sucio, con el suelo encharcado de restos de comida y servilletas y un persistente olor a frituras, y fichará de nuevo en el reloj de su segundo trabajo, tic-tac, que mide las décimas de segundo perdidas en el misterio de la noche: grabará datos de informática...hasta el Alba, siguiendo Miguel con la misma delicadeza ejemplar dividiendo el tiempo, midiendo y precisando el tiempo que lleva y el que le resta por llegar a su casa, a casa de sus padres, así "in secula seculorum...sin que se percatara de los hechos”...».

NA.: No son exactamente así las vidas de Míguel y de Consuelo, pero sí las de miles de jóvenes españoles que se merecen algo mejor.

POR QUÉ LOS CONSEJOS NO SIRVEN DE NADA, por J.M. Llamazares

POR QUÉ LOS CONSEJOS NO SIRVEN DE NADA, por J.M. Llamazares

«El gran poeta Antonio Gamoneda me brindó en una ocasión un excelente consejo, al que yo, como es lógico, no hice el más mínimo caso; y es que los consejos, por lo general, no sirven de nada, porque uno no los entiende más que a toro pasado. Aquella vez, yo le había llevado unas cuantas cuartillas llenas de versos, y el me reconvino con severidad:

—Nunca, y entiéndelo bien: nunca, nunca deberías dejar a nadie leer un trabajo inédito.

Lo que yo pensé, claro, fue que el escritor consagrado sabía tanto de letras como de regates, y que acababa de darme un pase de pecho para librarse del joven y molesto aprendiz.

Al día siguiente, le conté mi desgracia a un amigo. Él, que como yo, también andaba enredado con los líos del escribir y el publicar, se ofreció amablemente a leer mis poemas, darme su opinión y corregir lo que hiciera falta. Le entregué los papeles, confiado.

Una semana después, coincidimos en la librería Padre Isla, en la presentación de una nueva revista de poesía.

—¿Qué tal los poemas? ¿Había mucho que corregir? —pregunté, ansioso.

—No, bueno… en realidad sólo he hecho una corrección —confesó, entregándome un ejemplar de la revista que se presentaba, abierto por la página 25.

Allí estaban mis versos. Ciento cincuenta versos de rima libre, hablando del tiempo que huye y esas cosas de poetas. Y, en efecto, tan sólo había una enmienda: en lugar de mi nombre, aparecía el suyo, Toni Martínez.

Aquella noche comenzó a fraguarse la “leyenda del poeta aullador”, también conocido a en el mundillo como Farinelli o Antonio el de los huevos, desde entonces. La broma, en total, me salió por quince mil duros —a mil por golpe, hasta que me pararon—, y dos semanas de arresto menor. Como declaré ante el juez, lo cierto es que estoy bastante arrepentido, en especial de no haber hecho caso a Gamoneda y haber inscrito la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual, aunque de lo que de verdad me arrepiento es de no haberle dado más fuerte a Farinelli, porque luego ya no habido manera de volver a encontrarlo.»

UNA HISTORIA EN AZUL, por Katy S.P

UNA HISTORIA EN AZUL,  por Katy S.P

Me pides que escriba una bonita historia en azul y casi ni pensarlo puedo. Además, me ruegas que piense en azul, en mi color favorito, el color del cielo, el color de la mar; ahora soy como una de esas olas que llegan a la orilla llevando los vestigios de una tempestad, los restos de un naufragio. Esa tempestad que hay dentro de mí, con todo roto, disperso y agitado; sé que te enfadarás, que no quieres verme triste, pero lo que hay entre nosotros necesita un tiempo de quietud, de natural maduración, pero también creo que ya no dispongo de ese tiempo pausado y vital, pues me siento vacía, extraña y sola.

Ahora, mientras yo escribo estas líneas no puedo evitar que de mis ojos se escapen unas húmedas lágrimas. Me duele demasiadon esa herida; ¿sabes?, en cada etapa de nuestra vida el amor nos afecta de diferente manera, creo que los primeros son los que permanecen intactos en nosotros, los que recordamos con un cariño especial, el resto con cada etapa tiene unos matices diferentes, cada vez duelen mas con el tiempo; me levanto triste y me acuesto triste.

Hoy ha sido un día especial, Carles se levanto contento y como siempre, lo primero que hizo, fue darme un beso, un beso tierno de niño, dulce, inocente... Precisamente hoy me ha dado besos para toda una semana, Carles tiene unos ojos preciosos, vivos, sólo con mirarlos sabes cómo se encuentra, ríe con sus ojos que se vuelven brillantes como dos estrellas encendidas, las mismas que iluminan mi tenebroso firmamento. Un firmamento que cada día es más cerrado y oscuro.

Ahora no sabría ni distinguir los colores del arco iris. Dirás que soy fuerte; pero no lo soy, las cosas me afectan demasiado, creo que no aprenderé nunca a decir basta, para mí la vida esta plagada de sensaciones a veces bonitas, a veces no tanto, pero es lo que tengo que vivir, mi p ropia experiencia vital como ser humano.

¿Porqué no soy un poco más práctica y cerebral?, ¿Porqué no utlizo siempre y en todo lugar la razón y la mente? Supongo que no me afectaría todo de la misma manera. Ya sé, no sería la misma, es ese punto de sensibilidad, el pensar con el corazón, el decir con el alma lo que me hace diferente del resto; sin eso perdería mi encanto. Consumida, estoy cansada de que sólo vean en mí bondad, comprensión, apoyo y cariño, saber estar; yo tengo muchas más cosas para ofrecer ycompartir, esas cosas que no se ven y que pocas personas conocen por que no tienen un precio de mercado. Son valores invendibles, que no se pueden comprar con el oro de este mundo.

La lluvia golpea ahora mis cristales, hoy el día amaneció como yo, triste, lleno de lágrimas. Unas lágrimas que llenarán los campos para que surjan semillas nuevas, para que los bosques tengan ese aroma tan peculiar, penetrante y profundo. En ellos nacerán los frutos del otoño. Mucha gente piensa que es una estación triste, si lo miras bien es en la que más colorido hay: Lucen desde el verde de las pocas hojas que quedan, pasando por toda la gama de ocres hasta llegar al rojo fuego. Es una estación donde el color del mar cambia también, del azul intenso del verano se pasa al turquesa.

Me pides que escriba algo sobre tí, pero yo en estos momentos soy incapaz de pensar incluso en mí misma, ¡Cómo voy a escribirsobre otra persona!

Una cosa sí te diré: Gracias por estar aquí junto a mí, llenando estas horas tristes en las que puedo explicarte cómo me siento, ayudándome a ver las cosas desde otro punto de vista, desde la otra orilla del mundo, de un mundo nuevo y feliz que se aproxima.

MANUAL DE INSTRUCCIONES, por J. Barril

MANUAL DE INSTRUCCIONES, por J. Barril


«No era el mejor día para ir de marcha. La joven Bea se había pasado toda la mañana en el hospital junto a Maricruz Cruz, la dueña de la boutique de la que Bea era clienta. Iba a comprarse un top para la fiesta de la noche y se encontró con la señora Cruz llorando en el interior de los probadores. Tenía un moratón en el pómulo y una mirada que traspasaba los espejos sin saber dónde posarse. Maricruz estaba casada con un abogado prestigioso, en el bien entendido de que a veces en el mundo de la abogacía el adjetivo prestigioso es sinónimo de sin escrúpulos. Sin duda el rico abogado no tenía ningún escrúpulo en dejar que se le fuera la mano sobre el rostro de su esposa. No era la primera vez, ni sería la última. Bea consoló a Maricruz, la ayudó a cerrar la boutique y la llevó al hospital, de donde salió con un parte médico, una de cuyas copias iba directamente a la fiscalía. Luego ayudó a Maricruz a hacer una maleta y la dejó en el aeropuerto para irse a casa de una hermana que vivía en Oviedo. Con el corazón en un puño, Bea se arregló, se puso el top del año pasado y, haciendo de tripas corazón, se dirigió a la cena navideña con sus colegas de facultad. No podía faltar porque ella la había organizado. Copas, risas, bromas, cuenta a escote y luego, como remate, discoteca. "A estas horas Maricruz ya debe estar en Oviedo", se dijo mientras se sumergía en el primer gintónic de la noche. El cuerpo se adaptaba a la música, pero los pies se habían quedado como pegados en el borde de la barra.
Sintió una mano en la cintura. Creyó que era una de sus amigas que le daba un toque de ánimo. Se giró y vio a un chico desconocido, un poco más cargado de lo conveniente, que le sonreía sin dejar de acariciar su cintura. Bea tenía dos maneras de sacárselo de encima. Una era la fórmula cinematográfica: se coge el gintónic con decisión y se arroja el contenido, sea en la bragueta del acosador, sea en la cabeza. Ha de ser un movimiento rápido para evitar una indeseable rotura de vasos. El ridículo público está garantizado. La segunda fórmula era más sutil. Se trata de acercarse lentamente a la boca del intruso, sonreír como si el ligue estuviera consumado, hacerle una caricia sobre sus labios, decirle al oído algo así como: "¿Sabes? Eres patético", y largarse. No hay adjetivo más demoledor para un hombre en celo que la palabra patético. Mientras piensan el alcance de la ofensa, la autoestima se les desmorona.
Pero en esta ocasión Bea se sintió invadida de un extraño respeto maternal. Demasiada violencia durante el día. Separó la mano de su pretendiente de la cintura y le llevó al lugar más discreto de la discoteca. "Usa tu mano de tal manera que me hagas sentir acompañada, pero nunca poseída. No me vengas jamás por detrás. Mírame siempre a los ojos y aprende a leerlos. Cuéntame cosas de lo que haces en tu vida, no porque me importe sino porque así aprenderé el tono de tu voz, las palabras que usas, tu acento y tu manera de describirte a ti mismo. Déjame siempre un pequeño rastro de ti, una caja de cerillas, un posavasos con un número, para que te encuentre de vez en cuando en el bolsillo y pueda decidir si vale la pena conservarte. Si me buscas hazlo como si fuera yo la que te he encontrado. Da al azar la oportunidad de que vuelva a cruzarse entre nosotros. No fuerces. Cuando estés conmigo no hables todo el rato. Callemos y comprobemos si nuestro silencio compartido es más confortable que el silencio de cuando estamos solos. Ábreme puertas, acércame la silla a la mesa, no me trates como a una reina sino como a alguien igual que tu. Cuando llegues a casa después de habernos visto, mírate al espejo y comprueba si eres un poco mejor que al salir. Si volvemos a encontrarnos en la discoteca, no bailes conmigo. Déjame bailar con otros creyendo que estoy bailando para ti. No me hables de otras mujeres. Las sabré conocer por tus palabras. No te me des todo. Guárdate un poco de ti para descubrirlo en los años que vendrán. Ríe y haz que yo misma me ría, cuando esté sola, de lo que hemos reído juntos. Sé lo bastante sabio como para hacer que te necesite. Déjame mirarte las manos antes que las sienta sobre mi cuerpo. Y no me digas nunca palabras que me ensucien. En la vida habrás de ser cuidadoso y cariñoso. Cuidate de tus impulsos y cárgalos de cariño. Si lo haces, yo misma sabré encontrarte".
Bea se levantó, se despidió de sus amigas, llegó a su casa, se pegó una ducha y sonó el teléfono. Era Maricruz Cruz, que ya había llegado a Oviedo. "Me siento bien. Me siento limpia". Los empleados de la discoteca tuvieron que desplegar muchos esfuerzos para sacar a la calle a un cliente que se había quedado como pasmado y aturdido».

CONVOCATORIA PREMIO LITERARIO

CONVOCATORIA PREMIO LITERARIO

VIII Premio "Rio Manzanares" de Novela


Dotado con 26.000 € y edicion de la obra. Las obras deben tener como marco el ámbito de la ciudad de Madrid.

Extensión entre 150 y 250 páginas. Fecha de admisión hasta el 24 de enero de 2006.

Información, bases y solicitud en:


Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo, S.A


Palos de la Frontera, 13, 4º pl.-28012 Madrid

Tel: 914800205

e-mail: amadot@cmv.es


PARA UNA MUJER COMO EL MAR, por Silvia Martínez

PARA UNA MUJER COMO EL MAR, por Silvia Martínez

Cómo será de mar que cuando llega

con sus gacelas de algas y de espumas

se me desvae el corazón en brumas

bajo la noche frágil y andariega.

Me anega el aire y el amor me anega

con su vaivén de mástiles y plumas

y aunque no tenga barcas, ni garumas

llega a su orilla y a mi orilla llega.

Llega en puntas de pie como las olas,

le aspira el aire su jazmín a solas,

sus galaxias de nieve entristecida.

Pero la siento ahora tan delgada,

tan espuma de mar que a cada nada

se me escapa lo mismo que a la vida.

Silvia i martinez Lobo, 2005

LOS CUENTOS DE MI ABUELO (BUNI DE LERINS)

LOS CUENTOS DE MI ABUELO (BUNI DE LERINS)

LA DEVOTA Y LA BOTA

Era el tiempo de las confesiones y le dice el marido a una:

-Oye, ya que vas a confesar, ¿no podrías llevar la bota debajo del manto?, y al venir, pues mira, coges dos litros de vino pa la cena.

Y entonces ella obedeció a su marido: cogió el dinero, cogió la bota y la metió, así, debajo del manto, esos mantos antiguos que había, así debajo del brazo, se va a la iglesia y se acerca a confesar. Y entonces, le dice el señor cura:

-Usté viene muy devota a la iglesia.

Dice la señora:

-Ah, señor cura, ¿e véiseme? – (si se le veía la bota.)

Y dice el señor cura:

-No no, hija, aquí no; eso en la sacristía. – (había entendido que la besara: veisar, besar; )

EL ÚLTIMO VAGÓN, por Fco. Martinez Borelli

EL ÚLTIMO VAGÓN,  por Fco. Martinez Borelli

Un hombre

no puede verse sentado

en el último vagón del tren

oyendo el disparo de la locomotora

sólo escuchando cómo entre estampidos

torturas

ayes

muertes

quiera que no

se llevan a la gente

al sitio por venir.

Mañana es hoy.

De tarde el tren no trae el último vagón.


F.Martínez Borelli

PLANTAPINOS, por B. Rovira

PLANTAPINOS,  por  B.  Rovira

Dice Juan Cruz que no hay sensación más maravillosa que la de coger entre las manos una piña recién caída del árbol, cerrar los ojos y respirar a fondo hasta impregnarte del olor a resina y a madera. Corrían los años cincuenta cuando Juan Cruz, al que llamaremos Juan el Plantapinos, llegó al barrio del Carmel procedente de Peal del Becerro, en la provincia de Jaén. Llegó siendo un niño, cogido de la mano de sus padres quienes, al salir de la estación de Francia con los bultos y las maletas, decidieron coger el camino de la montaña y subieron hasta lo más alto del barrio para construir una barraca adosada a los cañones que se asomaban, inútiles, sobre una ciudad que, perdida la guerra, ya sólo podía defenderse de la pena y de la pobreza.

De aquel primer hogar, Juan recuerda los pasillos estrechos arrimados al hormigón que protegía los antiaéreos; la aglomeración de familias apretujadas en habitaciones de paredes de chapa; las luces de los candelabros, las velas y el carburo; los cubos de agua que había que llenar en la fuente; la cocina de leña; el wáter con los pies en la hierba y la mirada en las estrellas...El padre de Juan, agricultor, compró con el tiempo una viña en la calle doctor Bové, que entonces no era calle ni era nada, solo monte y campos, y allí empezó a construir con sus propias manos, el primer piso de lo que hoy es la “finca” familiar de los Cruz, cuatro pisos levantados a pico y pala, luchando contra la montaña y contra el sueño, porque la ciudad que hoy nos mira fue construida quitándole horas a la noche y a los fines de semana, trabajando cuando tocaba descansar después de haberse ganado el jornal en la fábrica.

Con 14 años, recién terminados los estudios elementales en la escuela para pobres que habían en el Cottolengo, Juan empezó a trabajar de panadero. Vivía de noche y dormía de día. Y fue durante aquellos años, quizás debido al aislamiento, cuando se despertó su vocación por la naturaleza. Su padre tenía entonces un pequeño terreno en Cerdanyola donde iban los fines de semana a plantar. Patatas. Habas. Algunos olivos. «Al árbol —decía el padre y Juan le escuchaba atento—, hay que podarle las ramas que le tapan el sol, hay que dejar que el sol le entre dentro». El segundo trabajo de Juan fue en la fábrica Hilaturas, de Sant Andreu. Trabajaba en una nave cerrada, pero su imaginación se lo llevaba lejos, hacia los espacios abiertos. Juan hacía ya tiempo que había empezado a recoger piñones y se entretenía plantándolos en macetas de la terraza de su casa. Cogía primero un vasito de plástico de los de café, le cortaba la base, colocaba el piñón en el centro y lo regaba todos los días siguiendo atentamente cómo se producía el milagro:

«Primero —explica Juan— salía una raíz que avanza hacia abajo, luego se forma como una especie de flor que se abre por arriba y salen las hojas como si fueran una explosión». En quince días el piñón está preñado de vida. Pero todavía necesitará cuidados y Juan no los entregará a la naturaleza hasta que hayan pasado uno o dos años, cuando el pino tiene ya unos veinte centímetros. Un día Juan salió hacia la fábrica con una maleta cerrada. Dentro iba uno de sus pinos. Juan Cruz se disponía a plantarlo en el patio de la fábrica y así lo hizo. Un pino en la fábrica. Otros dos más cerca de su casa, en el parque de la Font d’en Fargas. Luego unos eucaliptos. Un par de robles. Juan recogía las semillas y, después de fecundarlas en su terraza, las devolvía a la naturaleza. «La naturaleza —dice— es la base esencial de la vida. Somos parte de la naturaleza. La naturaleza te da paz interior. Te hace sentir bien. Es inteligente. Te enseña el valor de la vida. Te habla y te dice que todos formamos parte de la misma familia. Y cuando dañamos a la naturaleza nos hacemos daño a nosotros mismos, porque matamos la vida». Juan, El Plantapinos, se ha jubilado recientemente y ahora promete que aumentará su actividad repobladora. Lo primero que hizo para celebrar la jubilación, fue plantar un árbol. Y éste verano casi no daba abasto por culpa del calor que apunto estuvo de llevarse por delante sus criaturas repartidas por el barrio, a las que salió a regar todos los días. Pero el peor enemigo de sus pinos no es la naturaleza, sino el hombre. Juan notó un día que algunos que le veían remover la tierra, luego miraban qué había estando haciendo y desenterraban sus pinos. Así que tuvo que buscar una estrategia para su actividad y decidió que la mejor hora para plantar era después de la comida cuando la gente está viendo la telenovela.

A la hora de la telenovela, pues, si alguno de ustedes decide aquel día perderse por la Font d’en Fargas es posible que se encuentre con Juan Cruz, El Plantapinos inclinado en la tierra, hablándole a un piñón, sacando unas malas hierbas, regando un eucalipto. Sabíamos hasta hoy que el Carmel es un barrio que transformó la chabola en casa, levantó escuelas donde había sólo barracones, consiguió autobuses, bibliotecas, mandó al Pijoaparte a comerse la ciudad con una moto robada y enseñó a sus vecinos del Guinardó, donde yo nací, que la ciudad no terminaba en la plaza Sanllehí. Lo que no sabíamos es que había también en la montaña un hombre que se resistía a morir ahogado en el hormigón, el maldito tocho que avanza a veces sin contemplaciones, como una enfermedad, y se olvida de que los hombres han nacido con los pies en la tierra y que necesitan tanto de la naturaleza como la naturaleza de ellos.

Demos pues gracias a Juan Cruz por sus pinos. Por su Carmel de pinyons.

CONFUCIO, LA HUMANIDAD

CONFUCIO, LA HUMANIDAD

Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber.

CONFUCIO

EL CIELO LIMPIO, por Mercedes Sánchez

EL CIELO LIMPIO, por Mercedes Sánchez

Esta historia comienza en Sevilla por los años 50, cuando la España de pandereta y mantilla, de toreros pobres y emigrantes soñadores, albergaba una sociedad mojigata, recatada y moralista. Aquella España que quedó durante mucho tiempo, marcada en el corazón de los españoles. Los trenes se llenaban de hombres y mujeres con maletas repletas de ilusiones y esperanzas. Aunque lejos de su tierra, reclamaban el legítimo derecho de forjarse un futuro. Es por ello que no se puede evitar mirar atrás con el pensamiento puesto en el pasado para comprender mejor el presente y darle bálsamo al sentimiento de nostalgia.
LA NIÑA FRÁGIL Y PEQUEÑA, PERO RESISTENTE COMO EL JUNCO...
Estación de Francia, Diciembre de 1951. Procedente de Sevilla, llega Carmen León con diez años de edad, de la mano de su abuela a Barcelona. Con ojos curiosos e inquietos, y un pellizco en el corazón, temerosa se aferraba a la falda de su abuela. Sin madre desde los cinco años, es la abuela la que se hace cargo de ella, mujer de 70 años de edad, madre de 10 hijos, empequeñecida por el sufrimiento y las necesidades impuestas por los tiempos de estrecheces que padecían, cree con la sabiduría que da la edad, que el futuro de su nieta está en Barcelona. Aun sin dinero llegan un mes de diciembre a la gran ciudad. Una vez aquí, la abuela, deja a la niña con una hija suya, tía de Carmen y regresa ésta a Sevilla. Su tía, que no se encontraba en buena situación económica, decide solicitar ayuda en la casa donde trabajaba. La tía de Carmen, tenia entendido que la señora de la casa, era una mujer influyente.
En aquella época, en la España de los 50, existía un modelo de institución benéfico–socio–religiosa para niños pobres y sin familia, con régimen represor y preventivo, en especial con aquellos niños de carácter rebelde. “Como si ser pobre y sin familia no fuera suficiente desgracia”. “La señora”, no halló otra salida que entregar a Carmen a una institución benéfico–religiosa de éstas y la separó totalmente de su familia. Cuatro años pasó Carmen rezando a diario y aprendiendo poco, cantando las tablas sin comprender lo que decía. Carmen recuerda lo original del menú: un puñado de arroz negro, patatas hervidas y pan seco, que según los días variaba el orden. En las horas libres repasaban monótonamente el hilo sobre las ropas viejas. Y como anécdota especial cuenta cómo las niñas que mojaban la cama paseaban por los pasillos de la residencia con las sábanas sobre la cabeza.
Acabada la etapa del colegio, y ya con 14 años, entra en la escuela del hogar, donde le proporcionan un trabajo cosiendo a mano en la Lencería Liz, en Diagonal 707. El salario que le pagan lo entrega íntegramente a la escuela, para su manutención, menos el 1% que se lo ingresan en una cuenta corriente. Todavía sonríe Carmen al recordar la cara de sorpresa del jefe del taller: un día entró a la tienda una encopetada señora con dos militares a la espalda. A ritmo de marcha militar puso a todo el taller en posición de firmes. Seguida por la asombrada mirada de los allí presentes, la señora en cuestión, tocó y manoseó las prendas íntimas que le vinieron en gana. La situación subió a límites insospechados cuando “La Collares” arrambló con cuanta braga y sostén le gustara. Sin articular palabra, salió derecha y firme seguida por los militares, pero antes de dejar el taller, uno de ellos, tras ordenar descanso, le espetó al jefe: Recibirán una carta de agradecimiento por este regalo a tan distinguida dama.
CARMELO RECIBIÓ ESPINAS Y DIO ROSAS
A los 18 años, Carmen llega al Carmelo a vivir con su abuela, tía y primos. Se instalan en el Paseo Nuestra Señora del Coll 191, en una casa de autoconstrucción, tan común por aquella época. Los vaivenes del tiempo quisieron que en el Carmelo, Carmen encontrara mucho de lo que la vida le había arrebatado: reencontrarse con su familia, y sentirse libre. Es en el barrio donde descubre una nueva forma de vivir la vida. A Carmen le parece que el sol es más grande y brilla más en el Carmelo. A los 26 años se casa y formando en su nueva vivienda su propia familia: dos hijas y un hijo, y una suegra muy particular que pasa la mayor parte del día entretenida en el jardín, ajena al resto del mundo.
Durante 25 años Carmen se dedica por completo al cuidado y educación de sus tres hijos. Atendiendo a su suegra hasta que la anciana fallece. Con apuros y sacando algo de tiempo, hace algunos trabajos de limpieza a fin de ayudar económicamente en su casa. Tal vez el caprichoso destino, la magia de su tierra sevillana, el cielo abierto y limpio del Carmelo, la cercanía de unos sencillos y buenos vecinos, son los factores que confabularon para que Carmen desarrollara en su personalidad un carácter abierto y positivo. Una vez que ha cumplido su etapa como madre y esposa, y viendo a sus hijos capaces de hacer su propia vida, Carmen se plantea la posibilidad de cumplir aquellos sueños que en alguna época fueron difíciles de realizar por su condición de mujer, y las ataduras sociales que lo impedían.
Sus raíces andaluces afloran y despiertan en ella la necesidad de aprender a tocar la guitarra, bailar sevillanas, recitar y leer poesía, e incluso sacarse el graduado escolar. Actualmente realiza cursos especializados para ampliar sus posibilidades de empleo y participa además con diferentes grupos en actividades artísticas. A sus 62 años —en su constante afán de superación—, Carmen no deja de emprender y crecer como persona. Ni los embates del tiempo, ni el sufrimiento, ni la soledad que padeció de niña, han apagado el carácter alegre, jovial y positivo que acompaña a esta gran mujer día a día. Por esta capacidad de supervivencia, de coraje y de lucha, que ella forjó en el Carmelo, como otros tantos Pijoaparte anónimos de este barrio, Carmen se hace merecedora del título de “Superhéroe del Barrio”.
Mercedes Sánchez

LA FINCA, por Vicente de Lerins

LA FINCA, por Vicente de Lerins

La culpa la tuvo aquella maldita finca. ¡En buena hora! Un sitio de nostalgia que pertenecía al pasado, a una adolescencia indómita y desbordada, un lugar siniestro que siempre, de forma cíclica, aparecía en mi vida contaminándome como una enfermedad recidiva, contagiosa e incurable, y que me venía a poseer como por ensalmo, anulándome, alienándome al llenar mis seseras de pringosas ovas de verdín de las fuentes de la infancia y que ahora volvía a aparecer de nuevo en este otoño seco y triste de Castilla, el más seco en 150 años. El predio conflictivo lo habia adquirido mi padre antes de que yo naciera, y sólo por ello, por el simple hecho de no haber nacido y por tanto no coincidir en las coordenadas espacio-temporales del siglo, no me pertenecía. Como no me pertenecía ningún dolor de cabeza derivado de ella.

–¡Qué ingenuidad!

Pero el destino quiso que de nuevo esa propiedad, que siempre paso de refilón, deslizándose de puntillas frente a mi vida, inadvertida y envuelta en tinieblas permanentes que nunca entró en mis cálculos y anhelos, fuera el motivo de mis presentes angustias y tormentos, quebrantos que me traían perturbado el cuerpo y partido el alma. Y así comenzó todo un buen día de septiembre del veranillo de San Miguel, cuando el sol apura sus últimos rayos estivales, calurosos aún pero ya inofensivos, apagados, casi mortecinos, y los melones...este sol que almibara los membrillos y los melones de la tarde en las fincas...Siempre estaban los jodidos predios en mi mente. Lo habían estado en la niñez y lo estaban ahora repetidos. El recuerdo fugaz de las discusiones por las lindes, los términos, esos hitos de piedra hincados como menhires que dividían y otorgaban cada zona del terreno; y yo sin comprender, sin haber asimilado todavía que la tierra no admite particiones ficticias, apaños y convenciones de los hombres. De hombres dispuestos a matar o morir, en calidad de víctimas o verdugos, mártires o reos por unos escasos metros ...PUEDES DESCARGARLO EN http://es.geocities.com/vicente_de_lerins/